El positivismo es considerada una corriente de pensamiento filosófica o epistemológica que incidió de manera decisiva para el auge de las ciencias naturales en el sglo XIX.
Su referente es Augusto Comte.
En la literatura filosófica actual de todos los matices y en todas
las latitudes es muy frecuente el uso del epíteto «positivista» para referirse,
generalmente en tono negativo, a veces incluso muy apasionado, a filósofos o
corrientes que, por alguna razón u otra, no le son simpáticos al autor que usa
el epíteto en cuestión. Se da por supuesto que todo el mundo sabe cuáles son
las características del positivismo. Sin embargo, es difícil admitir la validez
de este supuesto, dada la variedad de usos contradictorios del término
«positivismo» en la literatura. En realidad, nadie ha emprendido una verdadera
clarificación de la naturaleza del positivismo, a pesar de su (supuesta)
difusión en el mundo filosófico actual.
Cierto que existen algunas «definiciones» del positivismo por
parte de algunos de sus detractores. Pero, prescindiendo de la dudosa
objetividad en tales determinaciones, el problema es que ellas no contribuyen
en gran cosa a una comprensión de la naturaleza de la concepción positivista;
ello se debe a que el positivismo no consiste en un conjunto de tesis
establecidas por escrito en algún sitio, sino más bien en una determinada
actitud que ha evolucionado mucho en el tiempo.
Las corrientes realmente significativas en la historia del
pensamiento no pueden «definirse» asignándoles un par de rasgos globales. Con
ello lo único que se consigue es un cliché, apto a lo sumo para manuales de
divulgación. Lo que debe intentarse es determinar la peculiar evolución
histórica de la corriente «corriente» entendida aquí en un sentido
cuasi-literal), analizando todas las fases por las que atraviesa y las
modificaciones que sufre. Sólo así puede comprenderse algo de sus
características peculiares. Esto es válido en general, pero en especial lo es
para el positivismo, pues éste consiste más en un actitud que en un sistema.
Dar un primer paso en semejante intento de determinación
«hidrográfica», podríamos decir, de la corriente positivista de los siglos
XVIII y XIX es lo que se pretende en este artículo.
El positívismo clásico
El positivismo es una
corriente de pensamiento filosófico, científico, de explicar cómo es el
conocimiento que llamamos científico y de qué manera debe hacerse la ciencia
para decir que los resultados corresponden a la verdad de lo que se busca.
Desde Aristóteles el
conocimiento cierto de las cosas tenía que ver con la observación; así se sigue
en la Edad Antigua
y la Media
hasta que con Galileo los hombres de ciencia consideran que la verdad científica
debe ser cuantificada y que todo conocimiento que no pudiera ser así se
consideraba metafísica o simple especulación.
El problema en el conocimiento
que llamamos científico ha estado a través de la ciencia en determinar quiénes
son los elementos que intervienen en el mismo.
Sabemos que la gran revolución
en la epistemología la hizo Kant al considerar que en el mismo intervienen el
objeto que hay que conocer pero también el sujeto.
Los empiristas ingleses
consideraban el conocimiento proveniente de las sensaciones; en Kant el
conocimiento significa formas puras de la sensibilidad y formas puras del
entendimiento, en donde relaciona racionalismo y empirismo.
Las sensaciones ya no forman
parte del conocimiento desde Kant.
El tiempo histórico que le
tocó vivir a Augusto Comte fue de conflictos en las clases sociales por
los intereses económicos y la apropiación de los bienes.
Comte quiso modificar la
sociedad de su tiempo y comienza por explicar que una sociedad para cambiar
necesita hacerlo a partir del conocimiento.
En su análisis de cómo había
sido a través de la historia el conocimiento determina distintas etapas de
desarrollo del mismo, que fue a lo que le dio el nombre de ley de los tres
estados o estadios del conocimiento.
De aquí surge su concepción de
cuál era el verdadero conocimiento, al que le llamó positivo.
Al caracterizar Comte
cómo debía de ser el conocimiento positivo estipula que debía de provenir de la
observación y de la experimentación.
Comte define su nueva filosofía: el positivismo a partir de la
significación del concepto, desde los cinco significados que la palabra
positivo posee en el lenguaje vulgar. Esos significados terminan por
distinguirlo de la filosofía precedente, la de los estados teológico y
metafísico.
Los significados son:
Lo positivo como sinónimo de lo real.
Lo positivo como sinónimo de lo útil.
Lo positivo como sinónimo de certidumbre.
Lo positivo como contrario de lo negativo.
Lo positivo como sinónimo de lo relativo.
2.1.- Lo positivo como sinónimo de lo real.
Retomando la concepción de Comte de lo positivo; en el caso de sinónimo de
lo real: lo positivo significa lo real; pero lo real se opone a lo quimérico
por lo que se define el positivismo por su consagración a las investigaciones
verdaderamente accesibles a la inteligencia, diferenciándolo de la filosofía.
2. 2.- Lo positivo como sinónimo de lo útil.
En este sentido lo positivo se une a la curiosidad, propia de las
especulaciones vacías de la antigua filosofía.
El positivismo, en cuanto a lo útil, tiende al mejoramiento continuo de
nuestra condición individual y colectiva.
Por eso Comte consideraba al positivismo, útil en la transformación de la
realidad natural para crear bienes para satisfacer nuestras necesidades.
2 .3.- Lo positivo como sinónimo de certidumbre.
El antiguo régimen mental era fuente de dudas indefinidas y de debates
interminables que esterilizaban la inteligencia humana, ante esto el
positivismo consigue certezas concretas y decisivas sobre problemas reales.
2. 4.- Lo positivo como contrario a lo negativo.
Aquí lo negativo se entiende como lo destructivo; lo que hace todo filósofo
no positivista es destruir todas las opiniones que se opongan a la suya.
2. 5.- Lo positivo como sinónimo de lo relativo.
Lo
positivo se opone al dogmatismo y a la rigidez de la filosofía de los dos
estados comtianos precedentes.
Comte consideraba el estado de las ciencias naturales de su época,
sobre todo de la física y la química, como definitivamente maduro, y no
esperaba ninguna sorpresa por ese lado. De ahí el tono dogmático, acrítico,
casi sacerdotal y, en definitiva, aburrido con que Comte y sus discípulos
exponen las bases de las ciencias naturales, en total contraposición con las
fases anteriores y posteriores del positivismo. Esto explica también por qué el
positivismo de Comte tuvo mucha mayor significación para el desarrollo de las
ciencias sociales e incluso de la literatura, que para las ciencias naturales.
El verdadero objetivo de las ciencias no es buscar las causas ocultas de
los fenómenos, sino sólo describirlos sistemáticamente, para poder hacer buenas
predicciones. Las predicciones nos permiten actuar sobre la naturaleza; con
ello se promueve el progreso tecnológico, la base de todo progreso humano.
Por otro lado esta
corriente tiene como características diferenciadoras la defensa de un monismo metodológico (teoría que afirma que hay un solo método
aplicable en todas las ciencias). La explicación científica ha de tener la
misma forma en cualquier ciencia si se aspira a ser ciencia, específicamente el
método de estudio de las ciencias físico-naturales. A su
vez, el objetivo del conocimiento para el positivismo es explicar causalmente los fenómenos por medio de leyes generales y universales, lo que le lleva a considerar a la razón como medio para otros fines (razón instrumental). La forma
que tiene de conocer es inductiva, despreciando la creación de teorías a partir de
principios que no han sido percibidos objetivamente. En metodología histórica, el positivismo prima fundamentalmente las pruebas documentadas, minusvalorando las interpretaciones generales, por lo que
los trabajos de esta naturaleza suelen tener excesiva acumulación documental y
escasa síntesis interpretativa. Comte formuló a mediados del siglo XIX la idea de la creación de
la sociología como ciencia que tiene a la sociedad como su objeto de
estudio. La sociología sería un conocimiento libre de todas las relaciones con
la filosofía y basada en datos empíricos en igual medida que las ciencias naturales Una de sus propuestas más destacadas es la de la
investigación empírica para la comprensión de los fenómenos sociales, de la
estructura y el cambio social (razón por la que se le considera padre de la sociología como disciplina científica).
El paradigma
positivista y la concepción dialéctica del conocimiento
El paradigma
positivista[1]
El positivismo es una
corriente de pensamiento cuyos inicios se suele atribuir a los planteamientos
de Auguste Comte, y que no admite como válidos otros conocimientos sino los que
proceden de las ciencias empíricas. Tan importante es la influencia de Comte
que algunos autores hacen coincidir el inicio del positivismo con la
publicación de su obra “Curso de filosofía positiva”. No obstante, otros
autores[2] sugieren que algunos de los conceptos
positivistas se remontan al filósofo británico David Hume y al filósofo francés
Saint-Simon.
Para Kolakowski (1988)
el positivismo es un conjunto de reglamentaciones que rigen el saber humano y
que tiende a reservar el nombre de “ciencia” a las operaciones observables en
la evolución de las ciencias modernas de la naturaleza. Durante su historia,
dice este autor, el positivismo ha dirigido en particular sus críticas contra
los desarrollos metafísicos de toda clase, por tanto, contra la reflexión que
no puede fundar enteramente sus resultados sobre datos empíricos, o que formula
sus juicios de modo que los datos empíricos no puedan nunca refutarlos.
De acuerdo con Dobles,
Zúñiga y García (1998) la teoría de la ciencia que sostiene el positivismo se
caracteriza por afirmar que el único conocimiento verdadero es aquel que es
producido por la ciencia, particularmente con el empleo de su método[3]. En
consecuencia, el positivismo asume que sólo las ciencias empíricas son fuente
aceptable de conocimiento.
Otra de las
características relevantes del positivismo tiene que ver con su posición
epistemológica central. En efecto, el positivismo supone que la realidad está
dada y que puede ser conocida de manera absoluta por el sujeto cognoscente, y
que por tanto, de lo único que había que preocuparse, indican Dobles, Zúñiga y
García (1998), era de encontrar el método adecuado y válido para “descubrir”
esa realidad. En
particular, asume la existencia de un método específico para conocer esa
realidad y propone el uso de dicho método como garantía de verdad y legitimidad
para el conocimiento. Por tanto, la ciencia positivista se cimienta sobre el
supuesto de que el sujeto tiene una posibilidad absoluta de conocer la realidad
mediante un método específico.
Otro aspecto
importante del positivismo es el supuesto de que tanto las ciencias naturales
como las sociales pueden hacer uso del mismo método para desarrollar la
investigación. De acuerdo con Tejedor (1986), citado por Dobles, Zúñiga y
García (1998), los científicos positivistas suponen que se puede obtener un
conocimiento objetivo del estudio del mundo natural y social. Para ellos las
ciencias naturales y las ciencias sociales utilizan una metodología básica
similar por emplear la misma lógica y procedimientos de investigación
similares. Desde esta perspectiva se considera que el método científico es
único y el mismo en todos los campos del saber, por lo que la unidad de todas
las ciencias se fundamenta en el método: lo que hace a la ciencia es el método
con el que tratan los “hechos”.
Como consecuencia de
lo anterior, podemos indicar, siguiendo a Gutiérrez (1996), que los
positivistas buscan los hechos o causas de los fenómenos sociales con
independencia de los estados subjetivos de los individuos.
De acuerdo con Dobles,
Zúñiga y García (1998) el positivismo se caracteriza por postular lo siguiente:
1. El sujeto descubre el conocimiento.
2. El sujeto tiene acceso a la realidad
mediante los sentidos, la razón y los instrumentos que utilice.
3. El conocimiento válido es el
científico.
4. Hay una realidad accesible al sujeto
mediante la experiencia. El positivismo supone la existencia independiente de
la realidad con respecto al ser humano que la conoce.
5. Lo que es dado a los sentidos puede
ser considerado como real.
6. La verdad es una correspondencia entre
lo que el ser humano conoce y la realidad que descubre.
7. El método de la ciencia es el único
válido.
8. El método de la ciencia es descriptivo.
Esto significa, según Abagnaro, que la ciencia describe los hechos y muestra
las relaciones constantes entre los hechos, que se expresan mediante leyes y
permiten la previsión de los hechos.
9. Sujeto y objeto de conocimiento son
independientes: se plantea como principio la neutralidad valorativa. Esto es:
que el investigador se ubique en una posición neutral con respecto a las
consecuencias de sus investigaciones.
Agregamos, siguiendo a
Soto y Bernardini (1980), que al positivismo se le debe la ruptura entre la
filosofía y la educación, y una concepción de la pedagogía basada en las
técnicas educativas.
A manera de
complemento y a la vez de resumen, presentamos, siguiendo a Kolakowski (1988),
las cuatro reglas fundamentales que conviene seguir, según la doctrina
positivista, a fin de separar lo fundamental de lo accesorio:
1. Primera regla: la regla del fenomenalismo, que
expresa que no existe diferencia real entre esencia y fenómeno.
2. Segunda regla: la regla del nominalismo, por la cual
afirman que estamos obligados a reconocer la existencia de una cosa cuando la
experiencia nos obliga a ello.
3. Tercera regla: que niega todo valor cognoscitivo a
los juicios de valor y a los enunciados normativos.
4. Cuarta regla: la fe en la unidad fundamental del
método de la ciencia. Se trata de la certeza de que los modos de la adquisición
de un saber válido son fundamentalmente los mismos en todos los campos de la
experiencia, como son igualmente idénticas las principales etapas de la
elaboración de la experiencia a través de la reflexión teórica.
Notas
[1] Existe un grupo de científicos a cuyo movimiento se ha
denominado “positivismo lógico”, que además de promulgar los principios
generales del positivismo, pretendieron incorporar los descubrimientos de la
lógica contemporánea. Pensaban que el simbolismo lógico desarrollado por Frege,
Peano y Russell les sería útil, pero su actitud general era la misma de Hume,
indica Ayer (1978).
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